Según el trabajo que sea, y de quien lo haga, el trabajo dignificará o no. Y la verdad, no es que yo me sienta especialmente digna trabajando, pero he descubierto que me gusta trabajar, sobre todo cuando hace fresco.
Me gusta colocarme el chándal, una sudadera y calcetines gordos, y sentarme a trabajar con mi té caliente al lado, me gusta concentrarme en traducir lo que toque, y devanarme un poco los sesos para hacerlo lo mejor que pueda, pero sobre todo, me gusta hacer una pausa en el trabajo y pensar en qué voy a hacer después, o mirar la torre inclinada de libros por leer que tengo en la mesilla y suspirar de ganas de coger uno, mirar el reloj y ver que ya ha pasado una hora, y volver a concentrarme en el trabajo.
