Lo que quiero es compartir contigo un reloj en la cocina, con su tictac cotidiano, entrega absoluta 24 veces al día.
No quiero, agobiada por el paso del tiempo y la desidia y el mal gusto, tener que salir corriendo y enrojecer de repente, proféticamente transformada en una irreverente mueca obscena con un dedo.
No quiero más hoteles. Prefiero la cocina. Sin más.